lunes, 7 de noviembre de 2011

Los Conejitos...

Esos dos conejitos traviesos de la canción, tienen una maravillosa historia que no narra la letra.
Y yo se las voy a contar.
Había una vez una casa en medio de un bosque. Había una vez un bosque lleno de árboles altos y frondosos. Y entre ellos una  casa que por ser pequeña, apenas y recibía algunos rayos de sol.
Había una vez una casita  encerrada y oscura.
Tres conejitos vivían en aquella casa. Eran unos conejitos pálidos y enfermizos por el poco sol  que tocaba sus pieles.
Los conejitos eran traviesos, pero poco, sus travesuras transcurrían cercanas a casa, siempre dentro de aquel bosque conocido, hasta que decidieron ir más lejos, tal como la canción cuenta.
Y lo que vieron fue maravilloso: más allá del bosque, había un valle de colores. Había colores amarillos y morados, rojos y verdes que en el bosque no se conocían, el horizonte era color lavanda y dorado, del color oro que la tarde.
¡Había sol!
Y al sol, en el valle, nada podía taparlo.
Y cuando sucedió la noche, los conejitos conocieron la luna y el sonido de cucu del búho nocturno. Estaban maravillados. Nunca habían pensado que hubiera un mundo diferente al frío bosque.
Y prometieron los tres, salir del bosque, y regresar a aquel valle al día siguiente, y así lo hicieron y lo siguieron haciendo días tras día…
Hasta que una tarde el conejito mayor, salió del bosque con algunas zanahorias en su maleta, su ropita, y dijo que seguiría a ruta del sol.
Cuántas cosas encontró en su camino aquel conejito, cuántas personas y animalitos: buenos y malos, amigos y no. Otros colores diferentes y otros valles, valles nuevos que nadie había pisado nunca. El camino y el viaje fue una maravilla.
Cierta noche, el conejito mayor sintió que estaba cansado de caminar y que era momento de regresar a casa. Y emprendió el camino de regreso. En el primer pueblo creyó mirar a su hermano conejito… se acercó a él: -Eres tú, le preguntó. –Sí, contestó el otro conejito, soy yo.
Los dos conejitos se abrazaron mucho, había pasado tanto tiempo, habían recibido tantos rayos de sol que sus colores y sus voces eran diferentes, que sus cuerpos eran otros.
-¿Dónde has estado? –preguntó el conejo mayor a su hermano conejito
-Siguiéndote –Contestó el hermano.
-Pero por qué, yo nunca me di cuenta.
-Cuando dejaste el bosque, pensé que necesitarías ayuda, y decidí caminar detrás de ti, para cargar aquello que no pudieras cargar, para recoger aquello que dejabas. Mira aquí lo traigo. –Y de una bolsita salieron muchas fotos y recuerdos de cosas que el conejito mayor había observado y vivido.
-Gracias –Dijo el conejito con lágrimas en los ojos.
Se dirigieron los conejos abrazados hacia la más cercana estación de tren, iban sonriendo, iban contando tantas historias…