miércoles, 4 de junio de 2008

El Olivar

Alguna vez... parecerían mil años de tiempo, dije a una querida amiga: De manera María, que todo está bien y con esta muerte daré de comer a Los Olivos.

Me refería entonces al Olivar, uno de los más añejos parques de Lima. Más viejo que los mil años de mi muerte; si lo caminas podrías sentir su eternidad, el aroma seco y ácido del olivo.

Yo lo sigo caminando.

Aún cuando me creas muerto.

Cuando me cree muerto.

lunes, 2 de junio de 2008

La Bodega de la Trattoria

No
Nunca
Cómo
Siempre
Y como siempre, como.
No haré fiesta pa cuando vuelvas. Y es que Lima va a seguir la misma, como tú, y lo que siento por tí.
La única gana que me queda es la de comerte algunas noches.
La misma gana de hace unos meses.... repetir esas cosas en la cocina, pues sí, ¡qué bien que te mueves! Pero de esto a bebé, amor, quiero poseerte y demás, hay kilómetros de distancia: más allá y más alto que el valle del Cusco, y ya ves que mal me hacen las alturas, el soroche...
Y ya ves lo pudores al abrirte la puerta de la casa: los tuyos y los míos y así que está más difícil todavía. Y es que yo no se si al recibirte en casa esté hiriendo al otro, ése, el que anda por los pasadizos del primer piso...

Pasadizo es el peruano para pasillo. Y me gusta más así: pasadizo, pues si siempre el pasillo ha de terminar en la escalera, el pasadizo te permite la magia de la aparición, una nueva puerta por ejemplo, que te lleve a otra dimensión en donde haya otro mundo que es de color violeta y amarillo, donde los habitantes, un tanto esféricos, vuelan rodando alrededor de una luna de gas y vaporosa que los alimenta y sostiene. La luna que alguna vez, hace millones de años, tal como nosotros los hombres hiciéramos con la con la tierra, los habitantes violetas con amarillo crearon desde su consciencia y la expresión de las más bellas emociones.

Pero, volvamos al pasadizo y a quien lo anda, bien discretamente que lo anda, en silencio levanta los brazos cuando le miro y sus pechitos de apenas se develan debajo del polo sin mangas y de color verde, en una magnífica invitación a la mordida, a la inquietud de la mano que más abajo arranca... seguir adelante, y...
Pero aunque yo no se si esos pechos desean ser tocados, se que mi boca tiene hartas ganas de morderlos. Y entra la pendejada humana al corazón y el juego brumoso, limeño, de las fidelidades. porque a mi me enseñaron que o tiras en la cocina o muerdes pechos; y que dos a la vez es destructivo, que en lugar de vida estaría regalando muerte... Por más que la biología me conteste lo contrario así como otras filosofías diferentes a la judeocrisiana.
Pero ya ves, el credo se zurce a lengua y alma y de tanto repetir:
que un sólo Dios
connatural
una santa madre
católica, apostólica, romana
la resurrección de los muertos
y...
Tú recordarás mejor que yo, sin duda.
Entonces, y para más tormento, un otro cuerpo; bien virtual, como el click de un encendido, una pantalla, charla por escrito; me dice que nos casemos.
¿Que nos casemos?
Sí, que nos casemos.
Y ya la mente se pierde en un laberinto, y me regresan aquellas palabras que alguna vez, antes de entrar a la cocina:
¿Qué nuevo papel darte en esta vida hueca de vida y llena de papeles?
Antes de la cocina, me llevas a la playa.... con todo y la molestia del arenal que te explico, pero no te importa pues en la playa tus patas y a tus patas hay que buscar pa que te sigan aceptando y bendigan tu elección, yo, en este caso; y te digan que sí, que no soy guapo pero sí interesante y sobre todo: hablo mexicano. Mientras yo... ¡carajo! ¡Que aburrido! De plano como que qué divertidos tus patas y firmemos pacto de hermandad, ni en la pesadilla oscura. A mi me qué coño me importa si me aceptan o no, que después de todo no estarán en mi cama ni en casa tampoco porque... ¿te importaría el por qué? Y llamas al teléfono en el momento de la propuesta matrimonial y que si te recojo en el aeropuerto y te contesto que te confudes. Y no por esos otros cuerpos. Es que, te lo dije, yo no quiero. Y es que una tarde aprendí que la cama es un universo, el universo: se ama, se come, se baña, me bañas... y... Silencio. Yo no compito. Cuando sin prejuicio me recibes, yo te acepto.
Bajas de cama.
El pie toca el piso y el cosmos muere.
Regresamos a la idiotez del rol: quién come, qué cocinas, quién habla, cómo hablas, cuánto hablas... no debes decir. Te pido que regreses a la cama.
Nada comprendes, te sientes un cuerpo usado.
No, pues, no me sentiste ni me alcanzaste a comprender. La cama es el profundo espacio de la entrega, el agradecimiento y la bendición: bendigo la vida que me regalas; me regalarías en el momento del vaciado y el pujo.

Que nos casemos, dice.
Saldré a comer.
Pediré una pizzeta en La Trattoria, beberé dos copas de tinto, el pisco sour no es uno de sus ejemplos de cocktelería, y un pie helado de limón.
Y voy a fumar.
Dudoso a veces... La cama es un universo.
No
Nunca
Cómo
Siempre
Y como siempre... ¿dónde quien comprenda?






La Bodega de la Trattoria
Armendáriz 299
Miraflores
Lima