lunes, 12 de octubre de 2009

JODO, ROBERTA, TELEVISA Y YO

Confusión.
Es lo que vende.
Atrás quedan los pensamientos elaborados, o por lo menos, el espacio donde nos detenemos a observarnos, ver dentro de nosotros, conocer las pulsiones más íntimas.
La acción sucede en automático, sin importar qué emoción la genera.
La confusión vende
Atrae
Permite al observador actuar confuso, automáticamente, y en el reflejo de aquello que observa, se contenta.

Una de las opciones de Facebook es el tarot de Osho. Palabras más, palabras menos, es un bellísimo juego de imágenes y metáforas al estilo del budismo Zen. Unos días antes de mi regreso a México, lo consulté un par de veces. Las cartas que salieron reflejaron fielmente mi estado de ánimo y mis preocupaciones. Aprendí a tenerle aprecio.
Roberta Cueva, tarotista mexicana, me reñía un poco mis acercamientos al tarot vía red, diciéndome que mejor acudiera con un tarotista, ella.
Roberta y yo somos amigos.
En aquellas ciberpláticas acerca del tarot, terminamos citando al gran Jodorowsky. Entre muchos descubrimientos, genialidades y excentricidades de Alejandro, está la psicomagia. A partir del tarot, de lo que las cartas dicen, Alejandro hace la terapia psicológica que corresponda al paciente que sentado frente a él en un café de París…

Confusión
Todas las mañanas se reúnen en el canal de las estrellas, un grupo de jóvenes, más jóvenes que yo, otros de mi edad, a hacer comentarios de lo que ellos consideran la vida, el cotidiano, lo televisado, lo que está por aparecer, lo que se despide.
Por aquel tiempo, dice una de las conductoras, la televisión no mostraba besos apasionados, mucho menos escenas de piernas que se confunden, funden. Y termina diciendo, es que ahora estamos muy pasados de color…
Cómo si una teta fuera pasada de color… nunca veremos una teta de hecho.
Como si esas escenas de sexo timorato la escandalizaran.
Antes era más bonito, dice. Y cita una escena de quinceañera que como gran acto de libertad televisiva, muestra a Adela Noriega poniéndose los calcetines. Años ochentas.
Por la misma televisora los domingos sucede la apología de lo confuso, en Me Quiero Enamorar, los participantes seducen al concursante, hacen lo posible para que se enamore de ellos, todo, por supuesto, desde lo sexual. Pues lo otro, lo amoroso, es una confusión, como el juego en sí, como los espectadores.
El sexo es el amor, parecen decirnos.
El sexo es rico
Pero habría que preguntarles a quienes realmente se enamoraron, a quienes siguen renovando relaciones amorosas, amantes, si el sexo lo ha sido todo en su relación.
No critico la pasión, me gusta de hecho, pero confundirla con el amor, es una de las causas que más confusión generan en el humano.

Por aquel tiempo… Echeverría gobierna al país…. la telenovela mexicana conoce el exceso de “buena consciencia” las madres aparecen más sumisas que nunca, las buenas más puras, las malas más piores. La deificación de lo materno no sólo raya lo cursi sino que más anulada la mujer en tanto a su género y sus posibilidades, más cerca de lo divino, lo materialmente imposible.
La madre se desnuda de sí, de su vida, de su entorno por la salvación de su hijo…. Uno bueno y uno malo pa que la historia amarre. En el paroxismo, la madre deja de usar hasta la cabeza, roza y se emparenta con la estupidez: por amor, todo está permitido.
Por aquel tiempo Alejandro está filmando Santa Sangre, vive en México, ha dejado Chile y está en nuestro país. Ya ha presentado antes El Juego que Todos Jugamos basado en un pequeño libro de Wilheim Reich, ha venido a alterar las buenas consciencias.
Es un incitador del cuestionamiento, y por ello, es invitado a dejar cortésmente al país. Termina de filmar en los Estados Unidos, Santa Sangre. Dice Alejandro que una tarde lo visitan de gobernación con un mensaje del presidente: No ve con buenos ojos lo que está usted haciendo. Una de las películas que a mi parecer cuestiona más lo materno es esta obra de Alejandro.

¿Qué nos escandaliza? La teta en la televisión, o la pregunta dolorosa: ¿quién eres? ¿quién estás siendo?
Se habrán preguntado alguna vez los conductores de la mañana alguna de esas simples preguntas, o prefieren ser directores de las buenas consciencias en una timorata moral que nada le deja a este país confundido. Coadyuvantes de la confusión, dan la bienvenida a la estupidez.

Mensajes entre Roberta y yo vienen y van, mansas aguas. Que apague el televisor, me dice, y que preparemos un viaje a París, un cafecito, tarot con Alejandro.

1 comentario:

ro dijo...

Yeiii!
asi sea hermanito!

besos prontos