domingo, 16 de octubre de 2011

Cartas para una niña...

Fue Borges quien me presentó los pescados que habitan el espejo.
Tendría 18 por aquel entonces. Creo que Sandro Cohen fue quien me presentó a Borges… pero yo no sé dónde conoció a Borges, mi amigo Sandro. Tal vez en uno de esos tiraderos de libros viejos que había por muchos en la calle de Donceles,  o habrá sido por otro maestro obsequioso.
Lo cierto es que esos pescados me cambiaron la vida. Y es que por ese tiempo mi paso era metálico y la palabra rígida. Creía… qué creía… que la vida era una línea, que las palabras eran ciertas. Siempre palante, un paso a la derecha y otro a la izquierda, así diciendo, así llegando. Tantas veces me dijeron derecho, y cómo se hacía, que empecé a ser como ellos, creía en lo que ellos, vestía así y hablaba sus palabras.
Ah, el espejo…
Llegaba de Acapulco, algún viaje con amigos o viajaba con la familia… no se…no recuerdo y poco distingo de esos tiempos grises.
Estaría roja mi piel porque eso hace el sol con las pieles, estaría Borges ayudando dentro de aquel libro verde junto a mi cama… estaba el naranja de los pescados y la inmensidad del espejo. Aquí, de este lado estaba yo, mirando mi piel y en aquellas agudas del espejo, pude mirar a ese otro yo que me veía. Yo miraba mi piel, el miraba mis ojos… montado en peces naranjas me pidió que lo siguiera, no pude, estaba aturdido… lo miraba sonreírme mientras se desplazaba, se despedía…. Regresé a la cama…. ¿Y si quemaba aquel libro que me había presentado los espejos, el hechizo terminaría de una vez por todas? Me quedé dormido, mi cabeza recargada en la tapa del libro… el sueño fue plácido. Podía mirarme a mí mismo: unas veces era el del otro lado, otras era el que anda por aquí mirándose la piel enrojecida.
Desperté ligero y sin el sabor a metal en la piel.
Yo era otro
Era dos
Y al otro lado del espejo, la vida está llena de magia.

No hay comentarios: